Rosas

Acompañarán a esta melodía, hasta la muerte de mis recuerdos, las imágenes de la película que viví una sola vez en Makuhari. Más particularmente durante días muy helados. Con lluvia. Poco dinero y mucha soledad.

Pero dentro de toda esa soledad me topé un día con Ogi en una de las terrazas de la facultad.
Mientras él trataba de practicar su inglés, yo buscaba a toda costa desligarme de todo otro idioma en mi cabeza para alcanzar el nivel de japonés deseado por todos los alumnos de intercambio de la Universidad de Kanda. Pasados varios minutos de intentos de conversación, Ogi cedió y jamás volvió a hablarme en inglés.

Amante de su cámara casi siempre colgada al cuello, me invitó un día a formar parte del club de fotografía. Me uní, claro, pues no dejaba de imaginar escenas dentro de nuestra película en las cuales en alguna (ojalá y por fin) Ogi fuera a besarme.

La película nunca dió tal giro, así que la sección romántica del tema de la soledad no vivió ningún cambió durante los meses más helados en Makuhari. Pero hubo una escena que fue tan viva, que puedo oler la lluvia siempre a su recuerdo:

Banda: Quruli.
Canción: Bara no Hana (Rosas).

Un día, mientras nombrábamos nuestras bandas favoritas, reímos fuerte cuando mencionamos al mismo tiempo a Quruli. De mi lado, mi corazón vibró y pude sentir mi atracción hacia Ogi crecer un poquito más. Del lado de él, supongo que sólo se sintió identificado.

Caminamos juntos, cantando acapella esta canción, un día diciembre con un sólo paraguas pues Ogi había olvidado el suyo en algún salón de clase. Caminamos hacia mi departamento después de cenar ramen. Ogi pasó la noche tras haber perdido el último tren a su casa.

Sacamos el futón extra.
Durmió en el piso. Yo, en mi cama.

Desayunamos en Saizeriya al día siguiente, compartiendo audífonos para escuchar Bara no Hana juntos por primera, y última vez.

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