Al mundo entero (o a su mayoría) le es más fácil decir que el hubiera no existe. Y ¿por qué no lo iban a preferir? Si, ciertamente, hace nuestra vida mucho más fácil. Le es a la gente igual de fácil, que al católico echarle la bolita a dios por todo: no estaba en los planes de dios… dios tiene algo mejor planeado. Esto y el otro.
El hubiera no existe…
Ya ni modo.
Convertimos todo en una historia que trata sobre eximirnos de responsabilidades. Culpas. Acciones. Nos desligamos de lo que pudimos haber hecho. El pequeño esfuerzo que pudimos haber dado. Lo que pudimos haber logrado.
Yo creo que el hubiera existe.
Oh, sí.
El hubiera del haberte dicho todo lo que sentí. El hubiera de haber sido un poquito más valiente en mi adolescencia en lugar de haber perdido tantos días en mi miedo silencioso ante el rechazo de ojos que ni siquiera sabían nada sobre mí. El hubiera de haber encendido comienzos a más temprana edad. El hubiera de renovarme a diario hacia una mejor versión de mí misma. El hubiera de sentimientos callados, confesiones enterradas, deseos de acciones al final no llevadas a cabo.
Nada es olvido cuando tan sólo un olor o una lectura hacen vibrar un poco al corazón.
En este lugar vive el hubiera.
No hay arrepentimiento. No hay lamento.
Decidí volverme más valiente cuando me percate de que mis hubieras me acompañaban a diario a través de mi viaje hacia convertirme en un adulto. Observé mis hubieras después de haberme querido eximir de ellos por tanto tiempo, como el resto de las personas, y decidí volverlos a la vida.
Cada hubiera es una canción. Cada hubiera (re)vive en cada viaje que decido retomar al CUCSH, a Los Ángeles, a La estación de Lulio. Cada hubiera es un mensaje enviado con un Te quiero, o un abrazo de varios Mississippis a quien inevitablemente tocó mi ser.
Hubiera procurado ser mejor amiga…
No:
Soy mejor 🙂

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